Judith Ramírez-Hernández: Juegan el largo, el triste juego del amor.
Judith Ramírez-Hernández: En la oscuridad abren los ojos y les cae en ellos el espanto.
Judith Ramírez-Hernández: Tienen serpientes en lugar de brazos. Las venas del cuello se les hinchan también como serpientes para asfixiarlos
Judith Ramírez-Hernández: Los amorosos son la hidra del cuento.
Judith Ramírez-Hernández: Nadie ha de resignarse. Dicen que nadie ha de resignarse.
Judith Ramírez-Hernández: los amorosos son los que abandonan
Judith Ramírez-Hernández: Los amorosos son locos, sólo locos, sin Dios y sin diablo.
Judith Ramírez-Hernández: Esperan, no esperan nada, pero esperan.
Judith Ramírez-Hernández: Los amorosos salen de sus cuevas temblorosos.
Judith Ramírez-Hernández: El amor es la prórroga perpetua, siempre el paso siguiente, el otro, el otro.
Judith Ramírez-Hernández: Su corazón les dice que nunca han de encontrar, no encuentran, buscan.
Judith Ramírez-Hernández: Los amorosos juegan a coger el agua, a tatuar el humo, a no irse.
Judith Ramírez-Hernández: El amor es el silencio más fino, el más tembloroso, el más insoportable.
Judith Ramírez-Hernández: Los amorosos viven al día, no pueden hacer más, no saben.
Judith Ramírez-Hernández: Saben que nunca han de encontrar.
Judith Ramírez-Hernández: Les llega a veces un olor a tierra recién nacida, a mujeres que duermen con la mano en el sexo, complacidas, a arroyos de agua tierna y a cocinas.
Judith Ramírez-Hernández: Los amorosos no pueden dormir porque si se duermen se los comen los gusanos.